LEEMOS: (Mc 6, 1-6)
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de Él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
MEDITAMOS:
En su pueblo, donde estaba predicando, se maravillaban de su profundidad, de su sabiduría, de los milagros que hacía. Pero para ellos era imposible que una persona que había convivido con ellos durante treinta años podía llegar a hacer todo eso. A nosotros nos sorprende, porque, a diferencia de ellos, sabemos quién es Jesús, realmente. Pero, ¿a cuántos hemos juzgado negativamente? ¿De cuántos hemos dicho: este no llegará a nada? Incluso: ¿Cuántas veces hemos dudado de nuestras capacidades? El Señor obra milagros en todos y también en nosotros. Confiemos más en Él y aumentará la confianza en nosotros y en los demás.
ORAMOS:
Señor: Quita nuestros prejuicios para con los demás y para con nosotros mismos. Auméntanos la fe.