LEEMOS (Jn. 3, 13-17)
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
-«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
MEDITAMOS
Jesús en este coloquio le resume a Nicodemo la misión para la que Él ha venido a la Tierra: ser elevado en una cruz por Amor. Dios amó tanto al mundo que entrega a su Hijo único para que el mundo se salve por él.
Con esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz la Iglesia nos nuestra el Amor tan grande que nuestro Dios ha tenido con nosotros.
Desde pequeños estamos acostumbrados a ver a Jesús en la cruz, crucificado; algo que nos parece de lo más normal.
Pero hoy miramos esta cruz como un signo del Amor de Dios hacia sus criaturas. Y es que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.
Aquella serpiente de bronce que Moisés elevó en el desierto para sanar a los israelitas de las picaduras de las serpientes y ser por tanto fuente de salud, era la prefiguración del Hijo único de Dios que va a ser elevado en una cruz, también para sanar el corazón del hombre, herido por el pecado. Para que todo el que crea que Jesús es el Señor, nuestro Redentor, se salve y tenga vida eterna.
"Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí."(Jn 14, 6).
El amor de Dios no tiene límites. A pesar de la tozudez humana, Dios quiere nuestra salvación; primero con el envío de profetas durante todo el Antiguo Testamento, proclamando la conversión a la voluntad de Dios, por último con el envío de su Hijo para que tengamos vida y no tristeza. Para enseñarnos el camino que conduce a la vida, a la felicidad parcial en este mundo y a la felicidad plena después de nuestra muerte y resurrección.
Dar la vida por el mundo es la máxima expresión de Amor de Dios hacia sus criaturas. Hacia nosotros.
Señor dame la gracia de amarte como tu me has amado. Señor dame la fe.
 
    			
 
								 
				 
				 
				 
				