El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces; cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido esto?" Ellos le responden: "Sí". Él les dijo: "Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo". Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
Mt 13, 47-53
- - - -
Jesús se mueve entre personas dedicadas a distintas tareas; así, en la parábola de la red, vemos un panorama distinto, el de los pescadores que trabajaban en el lago de Galilea. En esta parábola continúa con el tema del juicio final, que está reservado exclusivamente a Dios, el único que puede juzgar.
Después, cierra estas parábolas hablando a sus discípulos de un escriba que se ha hecho discípulo. Los escribas eran hombres que conocían la Ley. Sabemos que Jesús no vino a derogar ni modificar la Ley, sino a darle plenitud. De esta forma, el padre de familia con el que compara al escriba, puede sacar de su tesoro lo nuevo y lo viejo (Mt 13, 52b); esto es, sus conocimientos acerca de la Ley y los profetas son ampliados y mejorados con la Buena Noticia de Jesucristo.
Eso mismo sucede con nosotros; nuestros conocimientos, nuestros dones, son mejorados y resultan útiles para servir a los demás, cuando los iluminamos con la luz del Evangelio, la Buena Nueva que Jesús nos ha traido a todos.
Jueves, 1 de agosto de 2019
o-o-o-o
