Dijo Jesús: "El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él".

Jn 3, 31-36

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  Jesús sigue  hablando de aquello que conoce, de su relación con Dios, de lo que ha visto y oído estando con su Abba. Por eso, su testimonio está por encima de cualquier otro, porque Él viene de lo alto (Jn 3, 31a). Como contrapunto, el que es de la tierra sólo puede hablar de lo terrenal, de lo mundano (Jn 3, 31b), su visión es reducida y material. Sin embargo, aquellos que aceptan el testimonio de Jesús, confirman la veracidad de Dios (Jn 3, 33).

  La decisión de confiar y creer en Dios no es algo puntual ni definitivo que ya no hay que volver a revisar. Esta decisión personal conlleva toda una vida de seguimiento como discípulo del Maestro, y nos mueve a una continua conversión y "actualización" porque somos criaturas inconstantes, variables, y también nuestras vidas sufren cambios inesperados que nos influyen inevitablemente.  

  Sin embargo, siempre permanece clara la imagen de Jesús, el enviado de Dios, lleno del Espíritu, como un faro inamovible que ilumina la oscuridad que nos envuelve, para elevarnos sobre lo mundano y conducirnos junto al Padre.

Jueves, 2 de mayo de 2019

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