Dijo Jesús a sus apóstoles: "No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa". Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Mt 10, 34-11,1
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En el fragmento del evangelio de hoy está bien patente la radicalidad del mensaje de Jesucristo. Por eso muchos se escandalizaban al escucharlo y se alejaban... Pero a Jesús de Nazaret, que murió en la cruz para salvar a la humanidad, que dio hasta la última gota de su sangre, no se le puede pedir que hable a sus seguidores sin abrirles bien los ojos y los sentidos ante lo que les espera en el mundo. Porque su mensaje sigue siendo válido en pleno siglo XXI, cuando hay personas perseguidas, encarceladas, torturadas, asesinadas, por su fe en Cristo Jesús; y, cuando, en sociedades más "permisivas", la fe se remite a un ámbito doméstico en el que, en algunos casos, tampoco se permite a las personas mayores hablar de su fe en presencia del resto de su propia familia.
El mensaje de Cristo sigue resonando radical para aquellos que pretenden vivir una religiosidad light, monótona, sujeta a normas, horarios y calendarios. Jesús, el Señor, vino al mundo para hacernos vivir la plenitud de su evangelio, para que seamos luz del mundo (Mt 5, 14) y sal de la tierra (Mt 5, 13). Roguemos a Dios que nos ayude a vivir con la fuerza del Espíritu Santo.
Lunes, 15 de julio de 2019
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