Mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo: "El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día". Ellos se pusieron muy tristes. Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?" Contestó: "Sí". Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?" Contestó: "A los extraños". Jesús le dijo: "Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no dar mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, agarra el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Tómala y págales por ti y por mí".
Mt 17, 22-27
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"Sin embargo, para no dar mal ejemplo..." (Mt 17, 27a)
Una de las responsabilidades de los cristianos es no dar mal ejemplo a nadie. Estamos llamados no sólo a cumplir con nuestros deberes, sino a obrar de forma que los demás vean cómo hay que comportarse. Así, debemos hacerlo en todos los ámbitos de nuestra vida: en familia, en el trabajo o los estudios, en la comunidad parroquial a la que pertenezcamos, con nuestros amigos y conocidos, en la sociedad... Hemos de ser buenos ciudadanos cumplidores de las leyes, sin excusas ni absentismos irresponsables, para una mejor convivencia entre todos.
Lunes, 12 de agosto de 2019
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