Dijo Jesús a sus discípulos: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él". Le dijo Judas, no el Iscariote: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho".
Jn 14, 21-26
- - - -
Todos hemos recibido el legado de amor de Jesús; unos lo aceptamos y otros no. Aquellos que lo recibimos nos sabemos amados, no sólo por el Hijo sino también por el Padre, y recibimos su amor en el Espíritu Santo que nos habita y nos recuerda las palabras del Señor.
Si creemos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, estamos seguros de que somos hijos del Amor, somos fruto del Amor, y debemos hacer visible a los demás ese Amor que habita en nosotros.
El evangelio de Juan, desde el comienzo hasta el final, nos va hablando del Amor, de ese Dios enamorado de sus criaturas, de ese Padre bueno que no duda en dar a su único Hijo por amor hacia nosotros; nos habla de Jesús, el Hijo del Altísimo, que muere por amor hacia cada uno de nosotros, obedeciendo amorosamente al Padre. Y aun así, pobres criaturas, todavía nos sentimos solos y solitarios... incapaces de amar y reacios a sentirnos amados...
Que el Espíritu Santo nos recuerde las palabras y la vida de Jesús de Nazaret, Dios encarnado en María Virgen, y que nos ayude a abrir nuestros corazones para dejarnos habitar por el amor apasionado que Dios siente por nosotros.
Lunes, 20 de mayo de 2019
o-o-o-o
