Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos, y los segadores los ángeles". Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga".

Mt 13, 36-43

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  La parábola de la cizaña que leíamos el pasado sábado, tiene hoy la explicación dada paso a paso, como si se tratara de una lista que se va repasando para no dejar nada fuera. Es una explicación sencilla que está al alcance de todos. 

  En esta parábola se habla del juicio final. Y tenemos ante nosotros dos bandos: los justos y los seguidores del Maligno; cada uno con un final bien diferente, puesto que cada uno ha elegido libremente dónde quiere estar.

  La clave de esta parábola es la llamada a la conversión. Y debemos entender que el final reservado a los seguidores del Maligno no se trata de dolores físicos, sino del auténtico dolor que será quedar alejado por siempre de Dios.

  Así pues, debemos reflexionar en esta parábola sin verla a la luz de la desesperanza, sino como un aviso para darnos cuenta de que los que rechazan a Dios también han recibido la semilla de la buena noticia y, por tanto, siempre están a tiempo de volverse voluntaria y libremente a Dios que los espera como un Padre dispuesto a perdonar.

Martes, 30 de julio de 2019

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