Dijo Jesús a sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: 'Me voy y vuelvo a vuestro lado'. Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo".

Jn 14, 27-31a

- - - -

  Jesús sigue hablando del amor, ese amor incondicional que le une al Padre y también le une a nosotros. Ese amor que no conoce fronteras, ni está limitado en el tiempo. Ese amor profundo, ardiente, que sigue vivo. ¿Somos conscientes de ese amor apasionado que nos busca incansablemente? Si sintiéramos toda la fuerza de ese amor en nuestras vidas, tampoco el príncipe de este mundo tendría ningún poder sobre nosotros. 

  Pidamos a Cristo, el Señor, que su fuerza vibre en nuestra debilidad, como decía S. Pablo, y seamos capaces de comprender y agradecer la grandeza del amor de su Sagrado Corazón hacia nosotros; ese amor suyo que nos libera del mal y nos lleva a la salvación.

Martes, 21 de mayo de 2019

o-o-o-o