LEEMOS (Jn 3, 13-17):
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
MEDITAMOS:
Hoy celebramos en la Iglesia la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Por eso el pasaje del Evangelio es el que es. Llama la atención que siempre utilizamos la palabra “Cruz”. Sin embargo, cuando nos vienen acontecimientos tristes o dramáticos no sabemos aplicar la pedagogía de la Cruz a la vida. Conviene meditar de cuando en cuando sobre esto. No se trata de que por ser cristianos todo sea un camino de rosas y no vamos a pasarlo mal. No se trata de tener conductas evasivas. Todo lo contrario. Se trata de cómo respondemos ante esos acontecimientos. Jesús nunca nos deja. Jesús siempre nos enseña.
ORAMOS:
Señor: Que sepamos reconocer, aceptar y responder contigo todo lo que nos ocurra.
