LEEMOS (Lc 8, 1-3):

Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

 

MEDITAMOS:

Iba acompañado por ciudades y pueblos. Esto nos hace ver algo que no le damos importancia. En nuestra Parroquia vamos a Misa o a cualquier otro acto de culto. Vamos solos. Pero antes, durante y después no lo estamos. Antes, porque podemos coincidir con alguien, hablamos, distribuimos las Lecturas, las Preces, encendemos las velas del Altar. En definitiva, cuidamos de la Liturgia. Después porque nuestro Párroco se para para hablar con nosotros, se preocupa de nuestras necesidades. Incluso, nos paramos a la salida de la Eucaristía para hablar y compartir. No nos damos cuenta, pero la fe no la vivimos solos. Y eso es una Gracia de Dios.

 

ORAMOS:

Gracias, Señor, por nuestra Parroquia. Gracias por nuestro Párroco. Gracias por cada uno de nosotros, los feligreses. Todos hacemos Comunidad porque hemos sido llamados por ti.