LEEMOS (Lc 9, 7-9):

Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.

 

MEDITAMOS:

Llama la atención la estructura del Evangelio de hoy, estructura que sigue los pasos de la reflexión de Herodes: 1) Se entera de lo que ocurre. 2) Se queda perplejo. 3) Recibe informaciones contradictorias. 4) Descarta una de ellas: Juan no puede ser. 5) Busca por sí mismo la respuesta a la pregunta: ¿quién es? Lo curioso de esta estructura, (salvo lo de Juan y que no somos Herodes, claro está) es que puede ocurrirnos a nosotros. De hecho, si volvemos a leer la estructura comprobaremos que nos ocurre a nosotros con frecuencia en nuestra vida (insisto que excepto la salvedad apuntada). Utilicemos el discernimiento para hacer el bien, por tanto.

 

ORAMOS:

Señor: Gracias por el discernimiento de espíritus. Que sepamos utilizar el mismo para hacer el bien.