LEEMOS (Lc 9, 18-22):
Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».
MEDITAMOS:
El comienzo del Evangelio de hoy es muy interesante. Parece contradictorio. Pero tiene todo el sentido. Estaba orando a solas, pero los discípulos estaban con Él. Tanto si oramos a solas como si la oración es comunitaria. Como si estamos en la Eucaristía. En todos esos casos y en muchos más, nunca estamos solos. Demos importancia a la comunión de los Santos. Y no me refiero solamente a los Santos oficiales, sino a los no oficiales y a las personas que nos han precedido y transmitido la Fe en nuestras vidas.
ORAMOS:
Gracias, Señor, por estar siempre con nosotros. Porque nunca nos dejas solos.
 
    			
 
								 
				 
				 
				 
				