LEEMOS (Jn 20, 1a-8):

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

 

MEDITAMOS:

Como el comentario es de cada Evangelio, no vemos la cadencia y sucesión del mismo. Nos fijamos en el Evangelio del día. Y la sucesión, la progresión del día a día, tiene sentido. El día 25 celebramos la Navidad, el Nacimiento de Jesús; el 26, el martirio de San Esteban; hoy 27 la Resurrección, el sepulcro vacío. Es decir, primero Jesús, Dios con nosotros; segundo, el martirio de Esteban, es decir, nosotros con Dios, pase lo que pase porque Él siempre está con nosotros, nunca deja de ser Emmanuel; tercero, la Resurrección, estar juntos en la Vida Eterna porque hemos vencido a la muerte, porque nuestro Dios es un Dios de vivos. Y esta es, de manera muy esquemática, nuestra biografía, nuestra vida. Para que veamos y creamos.

 

ORAMOS:

Señor: Tú, el primero; después, nosotros. Pero, pase lo que pase, que siempre estemos juntos.