LEEMOS (Jn 1, 29-34):
Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo." Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».
MEDITAMOS:
Cuando leemos el relato de hoy, vamos directamente a la idea de humildad. Esto es muy cierto. Pero también nos impide ver otros puntos para meditar. Siguiendo a Darío Mollá, SJ, el primero de ellos es que Jesús, en el Evangelio de hoy, no dice nada. No dice una sola palabra. Quien habla es Juan el Bautista. Le presenta como el Cordero de Dios. Los israelitas sabían qué significaba esto. Jesús está en la fila esperando a ser bautizado. Hace lo mismo que los demás. ¿Cómo saber quién era, entonces? Pero Juan lo sabe por el Espíritu. Y para saberlo hay que tener experiencia del Espíritu. Hablemos de Jesús, sí, pero mejor si lo hacemos trabajando diariamente la oración, la experiencia de Él. Cuidemos, pues, la experiencia de Dios. Cuidemos la vida del Espíritu.
ORAMOS:
Señor: Que estemos contigo día a día. Que te tengamos presente a lo largo del día. Que tengamos experiencia de ti.
