LEEMOS (Mc 16, 15-18):
Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
MEDITAMOS:
Ayer acabábamos el capítulo tercero de San Marcos. Hoy, sin embargo, en lugar de continuar por el cuarto, la liturgia hace un salto y va directamente al 16. El motivo no es otro que la festividad de hoy. Celebramos la Conversión de San Pablo, que relata él mismo en Hech 22, 3-16, que es la primera Lectura de la Misa de hoy. Por eso el Evangelio habla de ir por todo el mundo y proclamar la Buena Nueva. Es lo que hizo San Pablo, el Apóstol de los gentiles, es decir, los que no pertenecían al pueblo de Israel. Fue, pues, el primer misionero. Todos somos misioneros. Todos, de una manera o de otra, debemos proclamar la Buena Nueva. No hace falta irse a países extranjeros. Todos somos misioneros en nuestra familia, en nuestro trabajo, entre nuestros amigos. Hoy es un buen día, pues, para hacer una revisión de nuestro estilo de vida. Con la finalidad de que sea más evangélico.
ORAMOS:
Señor: Que seamos tus testigos en nuestra vida cotidiana.
