LEEMOS: (Lc 13, 18-21)
Decía, pues: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
MEDITAMOS:
A veces pensamos que en nuestras vidas no pasan cosas importantes. Incluso, que no hacemos cosas importantes. Vamos, que en nuestras vidas no pasa nada. Sin embargo, Jesús nos recuerda que el Reino de Dios es semejante a un grano de mostaza o a la levadura: cosas tan pequeñas e invisibles, que pasan desapercibidas. Lo importante, por tanto, es cumplir con nuestros deberes en el día a día. Buscar a Dios en lo cotidiano. Entonces, descubrimos la profundidad que esconde esa cotidianidad, el día a día. Jesús pasó 30 años en lo que se conoce como vida escondida, la vida que tenía en Nazaret: familia, trabajo, oración, asistir a la sinagoga, hacer el bien a los demás. Y descubrió, en esa rutina y ayudado por la educación de sus padres, ese Reino de Dios en un grano de mostaza o en una levadura. Nos lo dijo después, porque lo aprendió en la vida oculta, familiar, y diaria.
ORAMOS:
Señor. Enséñanos a valorar nuestra cotidianidad, que te descubramos en ella. Y te demos gracias.
 
    			
 
								 
				 
				 
				 
				