LEEMOS: (Lc 21, 5-11)

Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Él dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida». Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?» Él dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.

 

MEDITAMOS:

Hemos dicho que hay que cuidar el Templo, nuestras Parroquias. Y eso es totalmente cierto. Pero más importante que el Templo, somos nosotros, las personas. Por otro lado, el Templo no es el único lugar donde podemos hacer oración y encontrarnos con el Señor. Estas dos ideas, que hoy nos parecen evidentes, en su día eran totalmente rompedoras y revolucionarias: Jesús rompió con ciertos esquemas de la religión judía, cosa que sus jerarcas no le perdonaron. Pero tenía razón, no ya porque lo decía Él, que es la Verdad, sino porque lo que dice es verdad: si la asistencia al Templo no nos lleva a amar más, ¿para qué vamos al Templo? Si no nos acerca a Dios y a su amor, ¿para qué vamos al Templo? La oración es un medio, privilegiado (eso, sí), para amar más a Dios, para sentir su amor, y para amar a los demás.

 

ORAMOS:

Señor: Que la oración nos lleve a sentir tu amor, a amarte más, y a amar más a los demás.