LEEMOS: (Mt 11, 11-15)

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».

 

MEDITAMOS:

No damos importancia a la humildad. En ocasiones porque no la entendemos bien. En otras, porque la tentación de sobresalir, de creerse mejor que los demás es muy difícil de resolver y superarla. A todos nos gusta ser queridos y reconocidos. ¿Cómo conseguir ese término medio, cuyo equilibrio no se rompa por defecto (infravalorarnos) ni por exceso (sobrevalorarnos)? La humildad hay que pedirla. Es un don. Y estar muy vigilantes con lo que decimos y con lo que pensamos (o, peor, con lo que murmuramos).

 

ORAMOS:

Señor: Enséñanos a adquirir la humildad. Que no bajemos la guardia. Que estemos atentos.