LEEMOS: (Jn 14, 23-29)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»
MEDITAMOS:
¿Qué significa “guardar la Palabra de Jesús”? ¿Por qué relaciona amor con guardar su Palabra? Guardamos aquello que apreciamos y valoramos. Y lo habitual es que lo guardamos porque, en efecto, tiene una especial relevancia sentimental o, quizá, para utilizarlo posteriormente en una acción determinada. Parafraseando al Papa Francisco, el Señor nos está invitando a escuchar su Palabra, a asimilarla, a hacerla vida, a celebrarla y a dar testimonio de ella. Cuando escuchamos la Palabra de Dios y la hacemos nuestra, forma parte de nosotros, estamos haciendo un hueco en nuestro corazón para que Dios entre en nosotros. De ahí que diga que tanto el Padre como el Hijo harán morada en nosotros. La Palabra de Dios es, por tanto, amor y amar. De modo que escuchémosla, asimilémosla y demos fruto con la ayuda de Dios.
ORAMOS:
Señor: Gracias por tu Palabra. Enséñanos a escucharla, a guardarla en nuestro corazón. Y a dar fruto desde y con ella.