LEEMOS: (Jn 15, 26-16, 4a)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».
MEDITAMOS:
A veces no es fácil dar testimonio. No encontramos las palabras adecuadas, no vemos los frutos inmediatos del testimonio, no percibimos eficacia y resultados de nuestro testimonio. E, incluso, podremos hasta ser rechazados, al menos mediante burlas o sornas. Algo de esto nos ocurre o nos puede ocurrir. Y cuando sucede, nos apena. Quizá deberíamos cambiar de actitud. Ver resultados son cálculos matemáticos. La eficacia en el mundo y en nosotros no tiene el mismo sentido que en Dios. Intentemos dar testimonio. El fruto de ese testimonio es cosa de Dios. No todo depende de nosotros. Recordemos siempre que estamos en manos de Dios.
ORAMOS:
Señor: Que pongamos nuestra esperanza en ti. Que nos pongamos en tus manos. Que confiemos más en ti.