LEEMOS: (5, 13-18)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»
MEDITAMOS:
A veces creemos que ser la luz y dar luz es enseñar sabiduría, conocimiento y ciencia a los demás. Como, además, todo eso requiere previamente mucho tiempo de estudio, parece que eso nos sienta bien, que nos sentimos confortados al enseñar a quien no sabe ..., por lo que, en consecuencia, pensamos por lo bajo, nosotros sí sabemos. Pero la verdadera sabiduría no reside en la razón o en la ciencia, sino en la bondad. Es, pues, en la bondad donde reside, realmente, la luz.
ORAMOS:
Señor: que aprendamos de ti. Que pasemos por la vida haciendo el bien.