LEEMOS: (Mt 13, 44-46)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»

 

MEDITAMOS:

Resulta llamativo que Jesús compare el reino de los cielos con un tesoro escondido en el campo. Si está en el campo, ¿por qué esconderlo? ¿Por qué no ponerlo a la vista de todos? Está en el campo, no fuera de él. Hay que pensar que el reino de los cielos está en este mundo, es decir, en la creación, que es obra de Dios. Que esté escondido quiere decir que hay que buscarlo. Que tenemos que poner de nosotros mismos. Aplicar todos los sentidos. Está, pues, escondido, pero a la vista. Hay que aprender a mirar. Para mirar hay que educar el corazón. No basta con ver, que es necesario, obviamente. Hay que mirar con los ojos de Jesús. Para encontrar lo profundo que hay en la vida, en el mundo, en nuestro entorno y dentro de nosotros. Como decía Ortega y Gasset, “no es sólo lo que se ve lo claro”. Y cuando no lo hay, tenemos que colaborar con el Señor para que lo bueno, lo bello y lo verdadero aparezca.

 

ORAMOS:

Señor: Enséñanos a mirar con tus ojos.