LEEMOS (Mc 10, 1-12)
En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba. Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?» Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?» Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.» Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.» En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
MEDITAMOS
Es interesante meditar el Evangelio de hoy junto con la Primera Lectura (Eclesiástico 6, 5-7), en la que se habla de amabilidad, del trato cordial y amoroso entre los amigos, de cuándo sabes quién es amigo tuyo y quién no lo es y del esfuerzo que implica ser amigos. Pero hay una diferencia fundamental, entre otras, entre un amigo o amiga y un Marido o una Esposa: no sólo la entrega total, sino también y sobre todo, la entrega incondicional. "Los amigos son para las ocasiones", se dice. Sí, pero en contadas oacsiones y, por tanto, no siempre. La Esposa o el Marido sí es para siempre, incondicionalmente, sin excusas. Porque ese vínculo es sagrado, va más allá de la amistad: son una sola carne, como dice el Génesis.
ORAMOS
Señor: Te pedimos por todos los matrimonios y por todas las familias. Ayúdanos a amarnos entre nosotros teniéndote a Ti como Fuente de ese Amor.
 
    			
 
								 
				 
				 
				 
				