LEEMOS (Mt 9, 14-15)

Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, siendo así que nosotros y los fariseos practicamos el ayuno?» Jesús les respondió: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.

 

MEDITAMOS

En ocasiones es complicado hablar de ayuno y abstinencia. Y es complicado porque no lo entendemos bien. Es el caso del Evangelio de hoy. Los discípulos de Juan, igual que nosotros, no lo entendían. Las causas son diversas: 1) Ha sido durante mucho tiempo una práctica que se ha realizado por cumplir una norma. 2) No se ha explicado qué es el ayuno. 3) La abstinencia ha consistido en no comer carne..., pero comer una cantidad considerable de pescado o marisco sí que se podía hacer. ¿Cuál es el sentido, pues, que, en ocasiones, hemos perdido de vista? Estamos en época de Cuaresma. Es época de preparación para la Pascua. Pero antes de la Pascua está la muerte en la cruz de Jesús por todos nosotros. La muerte de aquél que es el mejor de nosotros. Del hermano más querido. Del Hijo de Dios, de quien es Dios de Dios. Y eso causa una gran tristeza. Ese es el motivo del ayuno: le crucificamos en el madero porque nos creímos mejor que Él. Y cometimos un gravísimo error. Pero su Misericordia supera con mucho nuestro pecado, al que Él mismo, en su compasión infinita, calificó de error. Ayuno, Oración y Limosna van muy unidos. ¿En qué? En el Amor: a Dios y a los demás.

 

ORAMOS

Señor: Enséñanos en esta Cuaresma a ponerte en el Centro de nuestras vidas. A ir cogidos de tu mano. A no creeernos que nosotros somos los más importantes. Enséñanos a ver.