LEEMOS (Lc 4, 38-44)
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
MEDITAMOS
En la Primera Lectura de hoy (Col 1, 9-14) San Pablo habla del discernimiento de espíritus. Por su parte, San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos habla del Primer Fundamento. Y es que para discernir hace falta que nos hagamos, al menos, tres pregntas: 1) ¿Quién soy yo? ¿Quién es Dios?. 2) ¿Para qué estoy aquí?. 3) ¿Cómo vivirlo? Pues bien, una respuesta a ese discernimiento empieza por la actitud de la gente de la que habla el Evangelio: vivir alrededor de Jesús para oir la Palabra de Dios.
REZAMOS
Señor: Enséñanos y danos fuerza de voluntad para tener una vida de Oración que marque nuestra propia vida.
 
    			
 
								 
				 
				 
				 
				