LEEMOS (Mt 11, 25-27)

 

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»

 

CONTEMPLAMOS

 

Una constante de Jesús en todo el evangelio es el amor al Padre, el diálogo con el Padre. Es decir: la Oración. Jesús continuamente está en oración con el Padre.

Es por esto que Jesús siente como el Padre da el don del entendimiento a las personas que El ha elegido, a los sencillos, a las personas humildes, a los que miran al cielo como origen de su vida -no solo de su nacimiento, sino también que les da la vida a través del alimento de cada día-. 

En esta oración, Jesús, como buen conocedor de los textos sagrados toma el texto del libro del Eclesiástico (Eclo. 51, 1.10.12): “Te doy gracias, Rey y Señor, te alabo, oh Dios mi salvador, a tu nombre doy gracias. Clamé al Señor, padre de mi Señor: 'No me abandones en el día del peligro, cuando mandan los orgullosos, y estoy indefenso. Alabaré tu nombre sin cesar, cantaré himnos de acción de gracias'. Por eso te daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor.”

 

Para nosotros el conocimiento del Padre solo puede ser a través de Jesús. Él es nuestro mediador ante el Padre. Dice Jesús: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn 14, 1.6)

La sabiduría de Dios, su bondad son tan insondables que solo a través del Hijo, de Jesús, podemos entender lo que el Padre quiere de nosotros, de ahí que diga que esta sabiduría la haya escondido a los orgullosos (a los que creen saberlo todo) y la haya revelado a los sencillos, a los “niños” que miran a su “papá” para que les explique las cosas que no alcanzan a entender.

Verdaderamente necesitamos conocer mejor a Jesús para poder ser verdaderamente discípulos suyos, por eso dice a Felipe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14.9).

La mejor manera de conocer a Jesús es imitarle cada día, en cada momento. Pidiéndole ayuda, pidiéndole fortaleza para no caer en el desánimo. Para levantarnos ante cada caída.

 

Señor, dame la sencillez del niño, del que todo lo confía en su “papá”. Señor que cada día, en cada momento, quiera yo seguir tus pasos. Señor dame el don de la oración.