La vida eremítica, el diario caminar por el desierto, característico de La Cartuja, va haciendo al monje una persona sencilla y pobre, es decir, que no espera de la vida algo que no sea Dios. Por eso mismo nuestras vidas pueden ser para el mundo un testimonio mudo de que Dios no es una idea fría y lejana sino algo vivo y palpitante, capaz de llenar de esperanza y felicidad el corazón del hombre.

 

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