Yo te invoco porque tú
me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
Tú que salvas de los adversarios,
a quien se refugia a tu derecha.
Guárdame
como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.
(Del Salmo 16)