Abrasado de un deseo en apariencia contradictorio, yo tengo sed, Señor, de ser todavía más yo mismo, saliendo de mí mismo, y eres Tú, fiel a tu promesa, el que me apaga la sed con el Agua viva de tu Esencia preciosa, en la cual aquel que se pierde encuentra su alma y las de todos los otros unidas a la suya.

(P. Teilhard de Chardin, SJ)