Si ahora anhelas saber cómo sucede esto (la comunión mística con Dios), interroga a la gracia, no a la doctrina; al deseo, no al intelecto; al gemido de la oración, no al estudio de la letra; al esposo, no al maestro; a Dios, no al hombre; a la niebla, no a la claridad; no a la luce, sino al fuego que lo inflama todo y transporta a Dios con las fuertes unciones y los afectos ardentísimos... Entremos por tanto en la niebla, acallemos a los afanes, a las pasiones y a los fantasmas; pasemos con Cristo Crucificado de este mundo al Padre, para que, tras haberle visto, digamos con Felipe: esto me basta.
(San Buenaventura)