¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?,
o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere?

Los pensamientos de los mortales son frágiles
e inseguros nuestros razonamientos,
porque el cuerpo mortal oprime el alma
y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.

Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra
y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance,
¿quién rastreará lo que está en el cielo?,
¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría
y le envías tu santo espíritu desde lo alto?

Así se enderezaron las sendas de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada
y se salvaron por la sabiduría».

 

(Del Libro de la Sabiduría, 9, 13-18)