Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos lo siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: "Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones".
Mt 12, 14-21
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Para los fariseos, Jesús ya se ha convertido en el enemigo al que hay que eliminar (Mt 12, 14) . Y Jesús, se aleja para continuar con su tarea: anunciar la Buena Noticia del reino de Dios, sanar a los enfermos, perdonar a los pecadores... porque para eso ha venido y el Espíritu del Señor está sobre Él (Is 42, 1), como nos recuerda el evangelista S. Mateo utilizando las palabras del profeta Isaías.
El espíritu de Jesús sigue en el mundo, no ha sido acallado. Su obra continúa realizándose a través de los tiempos. Y es tarea nuestra, de cada uno de los cristianos, que el reinado de Dios (justicia, misericordia, perdón, amor evangélico...) siga siendo visible en medio de la sociedad.
Sábado, 20 de julio de 2019
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