Le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: "Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos". Les impuso las manos y se marchó de allí.
Mt 19, 13-15
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Jesús siempre está disponible para todos, pero en especial para los pobres y los niños. En la sociedad en la que vivimos sigue habiendo niños, pero la mayoría son niños que viven alejados de Dios; durante un tiempo, algunos oyen hablar de Jesús y de María a sus catequistas mientras se preparan para recibir la primera comunión y después no regresan más a la parroquia... Y la voz del Señor sigue resonando: "No impidáis a los niños acercarse a mí". (Mt 19, 14a). Hace años que esto viene sucediendo así. ¿Qué ocurre? Las familias viven de espaldas a Dios, al igual que la sociedad en general. Cada uno de nosotros, no sólo los sacerdotes y religiosos, formamos parte del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, somos comunidad parroquial, tengamos la edad que tengamos, y deberíamos reflexionar acerca de este alejamiento.
Jesús, el Señor, quiere que llevemos a los niños a su lado, y nos pide que nos comportemos como niños ilusionados y felices por la Buena Noticia del reino de Dios. Pero si no experimentamos ese gozo, si no lo comunicamos de palabra inseparablemente unida a nuestra actitud de vida, si escondemos nuestra fe, si no hablamos el idioma del amor evangélico, si no vivimos en cristiano y como cristianos... los resultados los tenemos a la vista.
Sábado, 17 de agosto de 2019
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