Los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" Él le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas".
Mt 22, 34-40
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En el fragmento del evangelio que leemos hoy, nos dice el evangelista que, reunidos los fariseos, un maestro de la ley pone a prueba a Jesús haciéndole una pregunta. Quizá a nosotros no nos parezca tan peculiar la pregunta, pero hemos de recordar que los fariseos tenían seiscientos trece mandamientos..., de modo que la pregunta no es tan ligera.
En lo que nosotros conocemos como Antiguo Testamento, encontramos el "Shemá Israel" ("Escucha Israel...") con el que los judíos reconocen diariamente la supremacía de Dios (Dt 6, 4-5); y también el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo (Lv 19, 18). Una vez más, podemos comprobar que Jesús no vino a modificar ni a anular la Ley, sino a darle cumplimiento, a devolverle la plenitud para la que fue dada.
Cuando nos sentimos abrumados creyendo que nuestra religión es excesiva, exigente, incluso incomprensible para personas del siglo XXI... escuchemos la respuesta de Jesús al doctor de la ley: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo"(Mt 22, 37.39). No es nada nuevo, lo venimos escuchando desde nuestra niñez, cuando aprendíamos los Diez Mandamientos. Siempre estamos a tiempo para intentar llevarlos a la práctica. Es la Ley del Amor.
Viernes, 23 de agosto de 2019
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