Los fariseos y los escribas dijeron a Jesús: "Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber". Jesús les dijo: "¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días". Les dijo también una parábola: "Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres viejos y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: El añejo es mejor".
Lc 5, 33-39
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La vida de Jesús de Nazaret en el mundo es el tiempo de bodas, es una celebración, no es tiempo de ayunos porque el Esposo-Mesías ha llegado y está en medio de su pueblo, aunque esta presencia mesiánica no sea reconocida.
Nosotros vivimos en un tiempo de espera; Jesús no está físicamente entre nosotros, como lo estuvo durante su vida, aunque permanece en la Palabra y en el misterio de la Eucaristía. Los cristianos ayunamos en memoria del Señor Jesús, mientras aguardamos su regreso definitivo, la Parusía, en el tiempo que sólo Dios conoce.
Los fariseos y escribas se escandalizaban porque no se seguían las normas y por esto critican a los discípulos abiertamente y, de forma indirecta, también censuran a Jesús. El evangelio de hoy se cierra con una frase del Maestro: "Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: El añejo es mejor" (Lc 5, 39). Así suele ocurrir: Es fácil seguir cómodamente instalado en lo viejo, "en lo de siempre", en aquello que parece inmutable y que da una especie de seguridad, de tranquilidad que adormece evitando cuestiones molestas.
Sin embargo, Jesús trae el manto nuevo, el vino nuevo: la Buena Noticia del reinado de Dios. Y esto es lo difícil, porque requiere una renovación personal total; no se trata de poner un remiendo de tejido nuevo en un manto viejo, ni de seguir guardando el vino viejo en odres nuevos; no se trata de seguir manteniendo unas prácticas religiosas externas carentes de vida y de sentido. Jesús trae el aire fresco de la renovación interior total, el cambio de pensamiento, el enfoque distinto. Jesús no modifica la Ley, sino que le devuelve su plenitud original, a favor del ser humano. Jesús nos invita a la conversión personal sincera. No se trata de añadir nada a lo ya existente, ni de actualizaciones-remiendo; se trata del auténtico cambio de actitud interior personal, enfocado hacia Dios y su reinado.
Viernes, 6 de septiembre de 2019
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