LEEMOS: (Jn 10, 27-30)

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

 

MEDITAMOS:

Una de las principales y más fundamentales tareas que tenemos que hacer los cristianos es escuchar la voz de Jesús. ¿Dónde escucharla? En su Palabra, en los Sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, en la naturaleza, en la creación. Pero también en nuestra vida cotidiana. Jesús nos conoce. Y, por tanto, nos habla por medio de lo que nos es más familiar, por medio de las cosas de nuestra vida, de las cosas que vivimos y conocemos, de nuestro entorno más cercano e íntimo. Abramos, pues, los ojos, evangelicemos nuestra mirada. Abramos los oídos, evangelicemos nuestra escucha. Así seremos uno con el Señor y unidad con todos en nuestra diversidad. Cristo es el que nos une.

 

ORAMOS:

Señor: que aprendamos a escucharte. A mirar como Tú miras. Que seamos uno en ti.