LEEMOS: (Lc 9, 1-6)

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.

 

MEDITAMOS:

Jesús reunió a los Doce (los convoca), les da poder y autoridad (les da las capacidades), los envía y ellos se ponen en camino. Ese esquema sigue siendo actual: Jesús nos llama, nos da aquellas capacidades que debemos conocer o, al menos, discernir, nos envía y nos ponemos en camino. Esto es sabido. Pero dice algo que, en principio, choca un poco: que, dicho en otras palabras, no lleven nada. ¿Por qué lo dice? En numerosas ocasiones, tenemos que llevar algo porque la caridad lo requiere. El sentido que tiene esas frases es que los discípulos confiaran en Dios, no únicamente en las fuerzas de los propios discípulos. Contemos, pues, siempre con la gracia de Dios.

 

ORAMOS:

Señor: Que lo que hagamos, lo hagamos contigo.